Golf profesional

La verdadera dificultad de ser golfista de profesión

Los aficionados al golf estamos acostumbrados a exigir a nuestros jugadores favoritos lo máximo en cada torneo que juegan. Cada vez que salen al campo, les pedimos que lo den todo, que den la cara y se dejen la piel. Juegan competiciones casi todas las semanas, dependiendo de la época del año pueden pasarse varias semanas seguidas sin parar, lejos de casa, la familia y sus amigos, en un trabajo de cuyos resultados son ellos los únicos responsables, para lo bueno y para lo malo.
Recientemente nos echábamos las manos a la cabeza porque una jugadora de tan sólo 11 años, Lucy Li, se ganaba el derecho a jugar el U.S. Women’s Open con una autoridad extraordinaria para una persona de su edad. Decíamos que para llegar a ese nivel, muchas horas tendría que haberle dedicado al entrenamiento de golf, casi con total seguridad, más tiempo que el que una niña es capaz de soportar para no ver afectado su desarrollo como persona, tanto en el plano psicológico, como en el físico.
Los dos párrafos anteriores vienen a cuento porque hace unos días me he topado con un artículo que David Jiménez publica en JotDown y que habla de lo dura que es la vida de los tenistas y de si realmente merece la pena pasar por ello. El propio David, ilustra la entrada con una imagen en la que sale con los hermanos Ivan y Álex Corretja, este último, uno de los mejores tenistas españoles de todos los tiempos y con reconocido prestigio a nivel mundial por sus victorias en Roland Garros y otros grandes torneos.
David habla de los problemas de los tenistas de élite en todos los niveles. Si eres de los mejores, tienes que pasar mucho tiempo viajando y permanentemente entrenando y preparándote para el siguiente partido. No hay dolor, no hay tiempo para lamentarse si las cosas no salen bien, se encadena un partido con el siguiente, un avión para empezar un nuevo torneo en otro lugar y así, constantemente a lo largo del año. Los que no llegan a obtener los mejores resultados, peor lo tienen aún, ya que los resultados son directamente proporcionales al dinero que ganan jugando y, si no estás arriba, no resulta fácil cuadrar las cuentas, lo que incrementa la presión en cada torneo jugado y en el que no se pasa de primera o segunda ronda.
Después de leer el artículo de David Jiménez, irremediablemente se me vienen a la cabeza aquellos días en los que yo era uno de los chavales que ocupaba la parte baja de la clasificación en los campeonatos nacionales de golf, mientras por la parte alta estaban jugadores como Sergio García, José Manuel Lara, Álvaro Salto y otros muchos que llegaron lejos en el mundo del golf profesional. Cuando eres pequeño, ves como un sueño jugar los torneos en los que ves a tus ídolos por televisión, llegar a lo más alto y meter ese putt que te da la victoria. Sin embargo, si te paras a pensarlo, no es una vida tan fácil como puede parecer viendo un torneo desde el sofá de tu casa y tal vez no sea tan agradable vivirlo en tus propias carnes.
Ser golfista profesional es un trabajo de sol a sol, en el gimnasio, en el campo de prácticas, en el campo de golf, con los patrocinadores, con los viajes, con el material con el que se juega y, sobre todo, con uno mismo. En definitiva, hay un montón de cosas que los aficionados no vemos y que cuando criticamos a nuestros ídolos casi siempre se nos olvidan. Ellos también tienen problemas cotidianos con sus familias, con sus parejas, como el caso de Agassi que comenta David Domínguez en su artículo, y no debe ser nada fácil tratarlos cuando estás viajando constantemente y todo el rato en tu mundo de golf, pensando si tu swing anda afinado, si el siguiente campo que vas a jugar te encaja, si los palos son los adecuados, o si necesitas mejorar el maldito putt.
Reflexión para este fin de semana, para saber lo que queremos nosotros mismos con el golf, para saber qué queremos para nuestros hijos y también para tener en cuenta la próxima vez que uno de los nuestros falle el putt de la gloria o no pase el corte en un grande. Que no nos pase como con la Selección Española de fútbol en el Mundial de Brasil 2014. Seguro que estos deportistas de tan alto nivel fallan sólo porque son humanos.
Imagen | PublicDomainPictures

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