Masters

El duelo de caballeros en el play off del Masters

No sé como lo hace el Augusta National pero siempre lo acaban consiguiendo, que  haya emoción en cada una de sus ediciones y que los finales siempre sean espectaculares. El año pasado, el hook de Bubba Watson sirvió para que muchos de nosotros todavía nos sigamos preguntando como fue capaz de hacer semejante hook con ese palo. El final de la edición 77 del Masters tampoco será fácil de olvider.
Adam Scott reconocía que pensó que su putt del 18 era uno de esos que valían una victoria, la de su primer grande, pero no fue así. Aunque el putt embocado por Adam bien hubiese servido para eliminar fantasmas del pasado y la maldición de los aussies en este torneo, Ángel Cabrera le asestó un duro golpe cuando dejó su bola a medio metro metro del hoyo 18. Pasar de la gloria a la incertidumbre en apenas unos minutos.
Salían al playoff y el corazón de Adam Scott se volvía a poner a prueba con el chip que Ángel Cabrera casi embocó. Más presión para un Adam que minutos antes ya se había visto vestido de verde mentalmente. No fallaría esta vez tampoco, así que tocaba seguir en la muerte súbita.
El intercambio de golpes entre estos dos púgiles continuó en el hoyo 10, no dejándose nada sin entregar. Gran golpe de Adam Scott con el driver, indescriptible lo de Ángel Cabrera con el hierro 3 y desde ahí, ambos a green. Ángel Cabrera veía como nuevamente su bola se paseaba por el hoyo como antes lo había hecho en el hoyo 17 o en el primer hoyo de desempate. Lo había dado todo, dudo que haya algo en esos últimos hoyos que le quite el sueño, porque a mi juicio, murió en la batalla, en plena orilla, pero porque la bolita simplemente no quiso entrar ayer.
Adam Scott no dejaría escapar esta oportunidad y embocó, llegando ahora unas imágenes de las que uno como golfista se siente orgulloso, esas en las que el derrotado y el vencedor se funden en un abrazo sentido, emocional, nada de abrazos obligados o de postureo porque, tanto el uno como el otro, ya saben lo que es estar en el otro lado, el de la amarga derrota. Casi todos los que ayer vimos ese abrazo, estoy seguro que habremos pensado: ¡qué grande es el golf!
Adam-Scott-Ángel-Pato-Cabrera-Golf-Masters-2013-Caballeros
A esto hay que añadirle las declaraciones de ambos jugadores, Ángel Cabrera alegrándose sinceramente de la victoria de su rival, que sabe por lo que ha pasado para llegar hasta aquí y es consciente de que en esos últimos hoyos lo ha dado todo y no ha cometido errores, de que simplemente hoy, alguien quería que la maldición de los australianos en este torneo llegase a su fin.
Si perder dignamente es importante, no menos lo es el saber ganar. Ayer Adam Scott dio un gran ejemplo, no sólo por las palabras dedicadas al campeón argentino, sino también por acordarse del Tiburón Blanco, de cómo parte de esa victoria sin lugar a dudas era suya por el apoyo que siempre había recibido de él. Se acordó de su padre, que fue su entrenador hasta los 19 años y también de su caddie, Steve Williams, al que le reconoció el mérito de ese último putt, del que le cantó la caída, ya que por la falta de luz, el apenas lo veía. Con lo fácil que hubiese sido que todo esto fuese  solamente fruto de su esfuerzo y dedicación…
A lo largo del día de hoy nos acordaremos de la jornada golfística de ayer, no sólo por el sueño y cansancio que tendremos hoy, si no por esas imágenes que hemos visto, que nos recuerdan una vez más, quizás esta semana lo necesitábamos más por ciertos asuntos que han tenido lugar en el Augusta National, que nuestro deporte sigue siendo un deporte de caballeros. El golf es un deporte muy grande.

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Un Comentario

  1. Estoy completamente de acuerdo con el artículo: ¡Qué grande es el golf! Yo, desde luego, me busco gente con la que pueda charlar y con quien esté a gusto jugando y con quien pueda aprender cosas.
    Lo malo ha sido el tratamiento nulo que se le ha dado en la televisión (quizás porque no ha ganado un español) y tener que soportar que lo más curioso ha sido que ganara un putt escoba, en vez de reseñar lo buen jugador y el estilazo que tiene. En fin, es lo que tiene practicar un deporte de «pijos».

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